La afección del domingo - Relato
Siempre me consideré muy “familiero”, los ñoquis de mi abuela, el asado de papá, los domingos en familia. Detestaba que algún evento desafortunado me impidiera disfrutar de estos pequeños detalles con los míos, pero mi trabajo era mi trabajo.
Ese domingo hubo una gran reunión familiar, estaban mis viejos, mi abuela y dos de mis hermanos. Comimos como nunca, hasta puedo seguir saboreando el postre de vainilla que había cocinado mi vieja, pero cuando suena la radio no hay dónde esconderse. Ya era tarde, estaba en mi casa, pero ponerse en acción después de un almuerzo como ese era algo complicado. Siete de la tarde, yo en descanso y me solicitan para que pueda verificar una escena de lo que parece ser un accidente doméstico. Un accidente doméstico un domingo a la tarde, ¿en serio no había nadie más a quién llamar?
Me dieron los datos de la víctima, y los escuché como quien oye un regaño por una macana que no cometió. Mujer de unos 50 años, encontrada sin vida en la bañera, aparentemente por un resbalón provocado en la misma. El lugar, Pilar. Yo me encontraba en mi casa, en Del Viso, pasé a buscar a Franco, mi compañero que estaba parando cerca de Las Palmas del Pilar y, si teníamos suerte, en 15 minutos estábamos allí.
“Carmel Country Club” indicaba el cartel que nos recibía en la puerta. No sé por qué nunca me atrajeron los barrios privados, barrios “burbuja” les decía Franco, a él tampoco le agradaban. Todas las casas parecidas, separadas por exageradas cantidades de verde, familias tipo, acomodadas, superficiales. Llegamos a la casa, nos recibe Gastaldi, el comisario, nuestro jefe, y nos indica sin mucho entusiasmo que el cuerpo se encuentra en el baño del primero piso.
-Vayan a mirar un poco, estén atentos, los forenses ya metieron mano – Nos dijo, y subimos.
Efectivamente estaban los chicos de personal forense. Como fotógrafa estaba Carla, habíamos ido al colegio juntos, y nos cruzamos un par de veces en la Policía Federal, siempre quise invitarla a salir, pero nunca encontré la oportunidad. Apenas la vi me presenté con una sonrisa, y me dio una de vuelta. Franco me hace volver a la escena con su desafortunado comentario.
– ¿Quién se resbala en la ducha antes de entrar en la ducha? Ni llegó a sacarse la ropa, es una pena, estaba con ganas de ver un poco de piel.
Se ríe buscando mi complicidad, sonrío. A Franco siempre le gustó criticarme.
Sin mucho más para hacer en ese lugar Gastaldi nos pide que nos vayamos, lo poco que hay que realizar ya está cubierto. Me voy algo enojado, interrumpir mi domingo porque una señora se resbalo cerca de la bañera, – gajes del oficio pensé.
Pasó el tiempo, un mes, dos, y Carla me invitó a salir. Sí, ella a mí. Nos encontramos en “Los Bellati”, un barcito, para tomar un café. Teníamos muchas más cosas en común que el trabajo, pero fue de lo único que terminamos hablando.
– ¿Te acordás de ese domingo que tuvimos que ir un country acá por Pilar, y encontramos a la señora en la ducha? Me acuerdo de que te vi sonriendo cuando estaba fotografiando la escena…
Asentí con la cabeza.
-El caso dio un giro- siguió -primero el hermano de víctima afirma haber encontrado un proyectil de bala en esa fecha en el baño y haberlo tirado por el inodoro pensando que era otra cosa, y hace unos días se realizó una autopsia en donde la caratula de muerte pasó de ser un “accidente doméstico” a “presunto homicidio”, resulta que la tipa tenía 5 balazos en la cabeza.
Me reí, tenso, suponiendo que me estaba haciendo una broma, algo así como para “romper el hielo”, pero ella me estaba hablando en serio.
-En cualquier momento nos llaman para declarar- me dijo. No fue en cualquier momento, fue esa misma noche.
Estaban Gastaldi y Casad, el comisario mayor, tomando declaraciones. Primero lo llamaron a Franco. Cuando salió de la cámara Gesell y me vió evitó mi mirada. Me tocó pasar a mí. Me leyeron la nueva carátula del caso y me contaron con más detalles todo lo que Carla me había dicho esa misma tarde.
-Bien caballero, comience contando su versión de los hechos- me indica Casad, y eso hice.
– ¿Había estado antes en ese lugar joven?
– No- respondí. Me pidieron una coartada y comenté que había pasado ese domingo en familia, en la casa de mi abuela, y luego en la mía, en Del Viso.
Los dos comisarios se miraron sin decir una palabra. Me mostraron una foto mía hablando por teléfono.
– ¿Éste es usted? – me preguntó Casad.
-Sí- afirmé, sin entender muy bien que estaba pasando.
-Esta foto- continúa el comisario mayor- fue registrada por la cámara de seguridad del barrio privado “Carmel” dos horas antes de que se denunciara el accidente de la víctima, puede explicarnos qué hacía usted en ese lugar y en ese momento.
No, no podía explicarlo sin incriminarme. ¿Cómo no me di cuenta? Lo habían descubierto todo…
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